A medio paso entre Sudáfrica y Mozambique, Suazilandia
es el último país de África con un rey absolutista en el poder: Mswazi III
reina en el país desde 1986. Él designa todos sus ministros, dicta leyes y
posee la mitad de la superficie de su país, que cede a sus súbditos para el
conreo a cambio de unas pagas que convierten el sistema en una clara
organización de reminiscencias feudales.
Aunque todavía se venera al rey, no deja de haber
cierto criticismo (mayoritariamente de medios exteriores al país), y Mswati III
es el principal foco de estas críticas por dilapidar el dinero de un país pobre
donde la tasa de desempleo roza el 34 por ciento y el virus del Sida infecta al
26 por ciento de la población (la más alta del mundo). Que el rey se gaste el
erario público en un jet privado, coches de lujo o grandes palacios para sus 15
mujeres no parece gustar demasiado a una sociedad ansiosa de un cierto cambio.
Para el visitante que llega al país,
Suazilandia permite transportarle a otra era. Los suazis (cuyo nombre deriva
del rey Mswati II), son primos lejanos de los zulúes que habitan los vecinos
estados sudafricanos, y originalmente fueron reunidos bajo la protección del
primer rey, Sobhuza I, cuando las tribus vecinas huían frente a los ejércitos
de Shaka. Las guerras con los zulúes y con los bóers los convirtieron en
aliados de los ingleses, que los incorporaron en un protectorado que alcanzó la
independencia en 1968 con Sobhuza II. Muchos de los habitantes de Suazilandia
viven en la miseria y con condiciones sanitarias precarias (el SIDA tiene una
prevalencia del 30%, una de las más altas del mundo), pero poco a poco el país
va reconduciendo su riqueza principal de los productos del campo (especialmente
la caña de azúcar) hacia el turismo. Ceremonias anuales como el Umhlanga atraen miles de turistas cada
año, y para los que no pueden llegar a finales de agosto cuando se realiza esta
danza ritual frente a la reina madre y el rey, el poblado de Mantenga Cultural Village, permite conocer
de cerca, en la recreación de una aldea suazi de mediados del siglo XX, como
era la vida en aquella época. Se ven y se puede entrar en las cabañas en forma
de colmena típicas de Suazilandia (aparecen hasta en las matrículas de los
coches), y puede verse también una magnífica representación de danza y música
suazi, con la celebrada danza de los pies, en que los bailarines levantan los
pies en el aire para rápidamente picarlos en el suelo.
Para los amantes de la naturaleza, Suazilandia
es uno de los lugares donde es más fácil de ver a leones y rinocerontes. Los
primeros pueden verse en Mlilwane Nature
Reserve, donde hay varias familias, y en el Parque Real de Hlane (que el rey ha cedido al pueblo), se puede ver
gran cantidad de rinocerontes blancos.
Poco a poco Suazilandia deja la pobreza atrás
y se va integrando entre los países en desarrollo de África. Quizá si el rey se
concentra más en ceder parte de su riqueza al pueblo ese avance será más
rápido. La modernidad ha entrado en ciertos aspectos de la monarquía (los
billetes, por ejemplo, se imprimen en Alemania). Pero la más moderna de las
formas de gobierno, la democracia, aún se resiste… ¿Qué hace falta para hacer
el cambio?
Si quieres, puedes escuchar el programa de radio que grabamos en @LaBuenaTarde de RPA: LA_BUENA_TARDE_-_RTPA_-_SWAZILANDIA.mp3
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