A finales de julio, las Islas Feroe celebran cada año su Fiesta Nacional, la Ólavsøka. Los cerca de 50.000 habitantes de este pequeño archipiélago del Mar del Norte, entre Islandia, Noruega y Escocia, recuerdan con esta celebración su ascendencia vikinga. Celebran el «Velorio de Olaf» para rememorar la muerte del rey noruego San Olaf en la Batalla de Stiklestad. Olaf II Haraldsson fue el gobernante (cuando las islas Feroe pertenecían a Noruega) que influenció más en la cristianización del archipiélago.
Como principal fiesta anual de las islas, la Ólavsøka sirve también como dinamizadora cultural de una población con carácter muy diferenciado respecto a Dinamarca, de la que dependen administrativamente en la actualidad. Así, durante la fiesta es cuando los feroeses salen a la calle para enarbolar sus banderas Merkið (la bandera nacional) vestidos con los ricos y coloridos trajes típicos (que han variado muy poco desde el siglo XIX) y escuchan conciertos de música coral en feroés.
La fiesta empieza el día 28 julio con una gran procesión por las calles de Tórshavn, la capital, con bandas de música, equipos deportivos que competirán durante la fiesta y jinetes cabalgando los famosos caballos feroeses, descendientes de los que trajeron los primeros vikingos cuando llegaron a las islas en el siglo IX d.C. La comitiva finaliza delante del edificio del Parlamento (Tinghúsið) donde se inauguran las fiestas con un discurso del Primer Ministro y el Obispo de Feroe, la cabeza de la Iglesia Feroesa, la iglesia oficial más pequeña del mundo, de origen evangélica luterana.
Por la tarde del día 28 en el cercano muelle de Tórshavn se realiza la final de la competición nacional de barcos de remos. Hay barcas de 5, 6, 8 ó 10 remeros, para hombres y mujeres, niños o adultos, y todas compiten en sus categorías durante una distancia de mil metros delante de los rojos edificios del Tinganes, la península en el puerto de Tórshavn donde nació la ciudad. Las barcas de remo son una tradición que se remonta a la época vikinga y se mantiene muy activa en un pueblo principalmente dedicado a la pesca y a la ganadería de ovejas. Los ganadores de la competición reciben trofeos y medallas, y más de uno lo celebra lanzándose al agua fría del muelle.
La gran fiesta del día 29 de julio empieza con una misa en la Catedral de Tórshavn donde asisten las autoridades religiosas y políticas de las islas para recordar la muerte del rey Olaf y posteriormente la comitiva se reúne delante del Parlamento para iniciar el año político después de las vacaciones estivales. Es entonces cuando se puede escuchar el gran concierto coral que marca la jornada más importante de la fiesta.
Los habitantes de Tórshavn se pasean arriba y abajo por las calles llenas de banderas nacionales, con sus trajes típicos, encontrándose con parientes y amigos y disfrutando de la fiesta y del sinfín de actividades que se realizan en las cercanías: exposiciones de arte, música folclórica, carreras de caballos, conciertos junto al mar y venta de comida. Es la ocasión perfecta para probar comidas tradicionales como el skerpikjøt, una especie de jamón de oveja secado al viento, o el tvøst og spik, un plato que combina carne seca de ballena con su grasa.
Aquí y allá, grupos de bailarines practican algunos pasos de la danza tradicional: con los brazos entrecruzados y agarrándose de las manos formando un círculo, hombres y mujeres se mueven para un lado y luego para el otro a ritmo tranquilo y monótono entonando las famosas kvæði, las antiguas baladas feroesas. Son viejos poemas de origen medieval que relatan las aventuras de héroes de las sagas islandesas, ya que Islandia y Feroe estuvieron muy unidas durante la Edad Media y comparten aún hoy en día una lengua muy parecida derivada directamente de la lengua de los vikingos.
Como manifestación cultural, la fiesta de Ólavsøka es un recordatorio anual de la identidad singular de las Islas Feroe. A través de la música, los discursos, las banderas, los vestidos tradicionales y el deporte, cada año los feroeses recuerdan que son distintos a los daneses y cada año refuerzan más, juntos, su identidad nacional.
Quizá por eso el último gran acto público de la fiesta nacional, el último día de la Ólavsøka, es la gran danza que se realiza en la plaza delante del Parlamento: ya por la noche, a la luz de los fanales, miles de feroeses se unen en pequeños círculos, se agarran de las manos y, entonando las viejas baladas medievales, bailan al mismo ritmo hasta que la noche se acaba.
Este artículo apareció por primera vez publicado en el número de Febrero de 2015 de la revista BLEU & BLANC.