Siempre es una oportunidad inmejorable sentarse a hablar con un autor reconocido para intentar, gracias a sus palabras, aprender un poco más sobre el oficio de escribir.
Eso es lo que hicimos yo y medio centenar más de personas que nos sentamos para escuchar a Juan Marsé, escritor de larga trayectoria y merecido reconocimiento, en la sala grande del Casal de Barri Pou de la Figuera de Barcelona.
La jornada de ayer sirvió para inaugurar el ciclo de charlas con escritores que organiza la escuela de escritura Laboratori de Lletres y que lleva port título ENTREMESTRES ("entre maestros").
Tras una breve presentació por parte de Laia Fàbregas, una de las co-directoras, se inició el diálogo entre el maestro Juan Marsé y Carles Lúria, reportero y profesor en la escuela. La conversación fue al grano, porque Marsé es de esos escritores que no necesitan presentación. De forma algo tímida pero in crescendo, el diálogo fue tomando cada vez un tono más distendido que culminó con unas cuantas anécdotas y frases sentenciosas.
Cuenta Marsé que una vez, de joven, se entrevistó con Salvador Espriu, el gran poeta catalán, a quien quiso enseñar unos cuentos que acababa de escribir. Espriu, atento, le señaló algunos errores y hasta le leyó algunos pasajes de La Pell de Brau, que estaba a punto de publicar "y del que no entendí nada", dice Marsé. "Luego se me quedó mirando fijamente durante un buen rato y acabó diciéndome: Joven, lo que usted tiene que hacer es casarse. Lo que sabiendo que Espriu estaba soltero y era misógino, no sé si fue porque consideraba que como escritor yo no tenía futuro y lo mejor era que buscara otro tipo de vida".
Marsé no es considera dotat de talent. "Todo lo que escribo está muy elaborado para cubrir mi déficit. Tengo que trabajar mucho. La gracia está en que no se note", dice, y añade que no confiaba mucho en sus facultades al inicio.
Fue a partir de su tercera novela, Últimas tardes con Teresa, cuando se dio cuenta de que sí podía vivir de la escritura. Esta es una de sus novelas más conocidas y emblemáticas sobre el barrio del Carmel de Barcelona (donde la biblioteca popular lleva su nombre). Añade que el personaje de Teresa fue inspirado por Teresa Casadesús, la hija de un pianista catalán exiliado en Francia en cuyo círculo Marsé dio conversación en castellano durante su estancia en París. "Yo siempro parto de una imagen para escribir", recuerda Marsé, y en el caso de Últimas tardes la imagen es la de Teresa. Dice que es probablemente por influencia del cine.
Hablando de cine, recuerda que la película que se hizo sobre la novela no le gustó: "El director, Gonzalo Herralde, nunca entendió el la ironía de la novela y el humor que encarna muchas de las situaciones".
Juan Marsé también habla de los títulos de sus obras, muchos de ellos dados por terceros porque a él no se le da muy bien. Para la novela Si te dicen que caí había pensado en el título Adiós, muchachos, pero como tenía demasiado parecido con una recién estrenada película francesa, lo cambió por Si te dicen que caí, que tiene connotaciones apreciables por el público español. Sin embargo, en países como Italia no se entendería una frase así, por lo que Marsé recuperó el título y desde entonces la traducción italiana lleva este título en español: Adiós, muchachos.
Marsé dio otros buenos consejos para los futuros escritores. Quizá el mejor, relacionado también con su obra sea el de: "En literatura es verdad todo aquello que el lector es capaz de creerse". Así que el trabajo del escritor consiste en bastir la novela con detalles que la hagan creíble. En este sentido, "para un escritor de ficción, la memoria y la historia son importantes", ya que es con ellas con los que puede dar esos detalles de realidad.
También llega un momento en que la propia novela o los mismos personajes son los que se encargan de arrastrar al autor. Toman vida propia y se encargan de enriquecer la novela con situaciones que aparecen inesperadamente al escritor pero que hacen de la novela un producto mucho mejor definido.
Marsé termina con una de sus frases más contundentes: "A la literatura actual le sobran adjetivos y le faltan sustantivos". Él es de los que dicen hay que dejarse de florituras. Hay que ser directo, claro y preciso. Cuando termina el acto, una hora y media después de haber empezado, nos damos cuenta de que, afortunadamente para nosotros, en esta ocasión Juan Marsé no se ha dejado de florituras y hemos podido gozar, con sus palabras, de la voz de un gran maestro.
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