9 dic 2015

NEGUEV, EL DESIERTO DE ISRAEL

EL GRAN DESIERTO DEL NEGUEV

Desde lo alto del Monte Avnon diviso un paisaje rocoso, yermo, desnudo y estéril. Pero fascinante. Delante de mis ojos se abre una expansión de terreno abrupto, un ancho vacío más allá del acantilado en el que me encuentro. En el horizonte se perfila la silueta de colinas lejanas, medio difuminadas por el polvo. En la llanura, la roca toma colores ocres, marrones, negros, amarillos y marfilados, que conforman una paleta magníficamente diversa. Me encuentro contemplando el Cráter de Yeroham, en medio del desierto del Néguev, pero bien podría encontrarme, como el nombre quiere recordar, en la Luna.

El Néguev

Con sus más de trece mil kilómetros cuadrados, el desierto del Néguev cubre más de la mitad de la superficie del Estado de Israel, y aunque en los textos bíblicos aparece mencionado más de cien veces (entre ellos, fue el lugar en el que se retiró Abraham cuando fue expulsado de Egipto), hasta hace relativamente poco la industria turística del país no le había hecho demasiado caso.
En hebreo Néguev significa tanto “seco” como “sur”, y es que ocupa toda la extensión media del país, con forma de triángulo invertido, hasta llegar a Eilat, en el Mar Rojo, y sin embargo tiene algunos de los paisajes más fabulosos del país que vale la pena conocer. 
Hasta hace pocos decenios era una extensión solo habitada por familias beduinas nómadas que se movían por el desierto buscando algunos pastos para sus camellos y cabras. Pero a partir de la creación del Estado de Israel se empezó a crear asentamientos allá donde se encontraba agua suficiente. Be’er Sheba, la capital de la región en el norte del desierto, tiene más de 200.000 habitantes, pero existen otras pequeñas poblaciones dispersas, tanto judías como beduinas, e incluso unos cuantos kibbutzim que aprovechan algunos oasis para conrear sus cultivos.

En Avedat

Uno de estos kibbutz, el de Sde Boker, alojó al primer ministro Ben Gurion cuando abandonó la política y, finalmente, a petición suya, fue enterrado con su mujer junto a las vistas al valle de Zin, en los montes Avedat. Ben Gurion fue el primer visionario en creer que la vida podía llegar al desierto y que el deber del país era poblarlo y hacerlo florecer. Llegamos tras superar un puerto de montaña, entre desgastadas laderas, y el frondoso y bien cuidado bosque con el sendero que conduce hasta el lugar de reposo del primer ministro y su esposa ya nos anunció que sería algo especial. Bajo unos árboles y la bandera de Israel, las dos tumbas yacen al sol delante de un balcón que se abre a un paisaje para contemplar por toda la eternidad. El extenso valle de roca desnuda se presenta como la piel erosionada y arrugada de una tierra envejecida que, sin embargo, muestra en su tosca rugosidad la fuerza indómita de las fuerzas geológicas.
Remontando el río hacia la montaña, este se pierde en un cañón rocoso que penetra la roca y desaparece entre altos acantilados. Se trata del Parque Nacional de En Avedat, una de las joyas del desierto. Bajamos en el coche hasta el aparcamiento, y mientras el conductor nos iría a buscar al otro lado de la montaña, iniciamos el paseo. Un camino de polvo conduce, serpenteando entre algunas charcas de agua y juncos que crecen a la sombra de las altas paredes, hasta una poza enorme que recoge el agua de manantiales superiores antes de que esta se cuele por encima de la roca pulida que le hace de presa. Incluso en verano, cuando las temperaturas superan fácilmente los cuarenta grados, esta agua mantiene fresco el ambiente. 
El camino sigue por una hora más de trayecto, elevándose mediante escalones cortados en la roca para poder remontarse hasta encima de la cascada que alimenta la poza. Y más allá de esta el camino sigue remontando poco a poco el curso del río hasta llegar al pendiente más abrupto del precipicio. Es momento de mirar atrás para ver el tramo recorrido, sorprenderse ante la belleza del cañón superado e intentar divisar alguno de los buitres que recorren los cielos en busca de comida. Incluso si hay suerte pueda verse, saltando por las rocas, alguno de los íbices que son el símbolo del parque.
El último tramo es el más duro y peligroso, ya que el camino se convierte en algunos puntos en una escalera de metal por la que hay que trepar, y un sendero empinado que serpentea ladera arriba. Casi antes de llegar al altiplano superior el camino gira a la derecha y llega hasta un par de cuevas excavadas en la roca durante el período bizantino. Desde aquí los monjes que las habitaban hacían contemplación espiritual pero, sobretodo, me imagino, se debían pasar horas en el balcón frente a su cueva, admirando unas vistas que podrían inspirar a cualquier poeta.

Ramon Makhtesh

Hay unas vistas incluso más espectaculares en la siguiente parada, el Crater Ramon. Este es en realidad el mayor makhtesh del mundo un tipo de cráter que ni ha sido formado por el impacto de un meteorito ni por la erupción de un volcán. Se formó, como los otros, a partir de la erosión de millones de años de la roca más débil, que abandonaba el espacio a través de la salida del wadi o río. El de Ramon tiene cuarenta kilómetros de diámetro y una profundidad de quinientos metros, cosa que permite entender el porqué de su título de importancia como el mayor del mundo. Y para gozar más de la experiencia lo mejor es visitarlo sobre un camello paseándose por su borde y contemplando la magnificencia de su paisaje interior erosionado. La vida en el desierto del Néguev está indisolublemente ligada al camello, y sin este animal sus pobladores originales, los beduinos, difícilmente hubieran podido vivir en él.

Vida beduina

Para entender mejor el modo de vida nómada aplicado en el desierto el día termina con una comida tradicional en una tienda beduina, y tomando el té con su propietario, Salim. Tiene un par de esposas y cinco hijos, y aunque es de origen beduino, cada vez se encuentra con más dificultades para poder seguir el modo de vida tradicional de los beduinos. Para empezar, el gobierno quiere sedentarizar a los beduinos, por lo que el nomadismo inherente a su modo de vida es casi imposible. Pero, a favor, sus hijos e hijas pueden ir a la escuela cercana, donde aprenden árabe, hebreo e inglés.
–Ellos aprenden cada día durante ocho horas el modo de vida moderno –me explica Salim–. Pero cuando anochece, junto al fuego, yo les explico viejas historias beduinas, les enseño las costumbres de nuestro pueblo y como sobrevivir en el desierto.
Salim enciende un cigarrillo con una de las brasas ardientes que calientan el té y deja escapar una nube de humo que se desvanece antes de llegar a la tela que nos protege:
–Así, en un futuro, cuando sean mayores, ellos tendrán las dos formaciones. Y entonces podrán decidir si quieren vivir según la vida moderna o la vida de los beduinos.
Sea cual sea su elección, sin embargo, les tocará vivir aquí, en el Néguev, un desierto austero, tosco, difícil y demandante, pero de una belleza refinada.


Este post ha sido posible gracias a la colaboración de AbrahamTours, que es el organizador  de la salida organizada Best of the Negev.
#AdVIsrael

4 dic 2015

DESIERTO DE JUDEA OFF-ROAD

DESIERTO DE JUDEA, EL PEQUEÑO GRAN DESIERTO

La pequeña expedición de dos vehículos todoterreno abandonó las tranquilas calles de Jerusalén y se internó en el corto túnel que atraviesa Monte Scopus. En nuestros ojos todavía estaba grabada la imagen de los amplios edificios de la Universidad Hebrea, entre esplendorosos cipreses y pinos, así que lo que vimos al salir otra vez a la luz atravesado el túnel, fue todavía más sorprendente. El vacío. El desierto. Una extensión de pequeñas colinas descendentes casi desprovistas de vegetación, que se alargan en el panorama hasta cubrir todo el horizonte de un rugoso terreno baldío. Entrábamos en Yeshimon, conocido en hebreo como Midbar Yehuda y en español como el Desierto de Judea
Fue aquí donde trajo el diablo a Jesús para tentarle después de 40 días y 40 noches de ayuno, y viendo la extensión yerma no pude menos de pensar que sería sin duda una de las peores pruebas para tentar el ánimo de cualquiera.
Con una extensión de 1.500 kilómetros cuadrados, el desierto de Judea empieza justo al lado de Jerusalén, donde la elevación montañosa condensa el agua de las nubes procedentes del Mediterráneo e impide que llegue humedad al desierto colindante. Se extiende hacia la depresión del mar Muerto y el Valle del Jordán, bajando de los 800 metros de la capital hasta los -424 metros del famoso lago salado, y lo hace en menos de 25 kilómetros de longitud, por lo que el cambio no es gradual sino de golpe.
Aunque pequeño comparado con otros desiertos (por ejemplo con el Néguev, en el mismo Israel), el Desierto de Judea tiene algo que lo hace sorprendente: su historia.
No son muchas las compañías que ofrezcan tours para poder conocer el desierto, imprescindible para poder internarse con un todoterreno, así que cuando se me presentó la oportunidad de poder hacerlo con un grupo, acepté encantado.

Granja beduina

La primera parada fue a pocos kilómetros de Jerusalén, justo al inicio del recorrido, ya en terreno abrupto, árido y salvaje de Cisjordania. Esta es zona de beduinos, y aquí vive Abu Habib con su familia y sus rebaños de cabras y ovejas, los únicos animales productivos que pueden sobrevivir en este desierto. Los beduinos venden su leche, quesos, carne y pieles en pequeños poblados como el de Obadia para poder comprar te, café y harina. No necesitan más… Sólo agua, que sacan de cisternas donde se acumula la escasa agua de lluvia proveniente de la pendiente de la montaña.
   

Monte Azazel

Un largo camino recorre escarpadas laderas y sube finalmente a lo alto del Monte Azazel, que con sus 524 metros de altura es el pico más alto de la región y desde aquí puede verse la fortaleza de Herodión, el mar Muerto, Jerusalén y Jericó. Según la tradición bíblica y de la mishná, era en esta cima donde el chivo expiatorio era enviado desde el gran templo de Jerusalén para ser sacrificado en la montaña. Mientras salían de la ciudad santa sus habitantes traspasaban sus pecados al pobre animal, que después de un largo y fatigoso viaje hasta la cima era arrojado al vacío por un escarpado precipicio. Al pie de la montaña se han encontrado huesos que vienen a reforzar esta opinión, así como restos de un monasterio bizantino en su cima que indicaría también su interés religioso para los cristianos.
Nir, nuestro conductor y guía, nos recordó que en hebreo Azazel significa “infierno”, por lo que él, que trae grupos aquí casi a diario, se enorgullece de ser el mejor marido del mundo. ¿Por qué? Porque cuando su mujer le manda al infierno, él sí va.


Mar Saba

Donde las evidencias cristianas son aún patentes en el Desierto de Judea es en el Monasterio de Mar Saba
Construido en el 483 d.C. por San Sabas, el monje capadocio que fundó varios monasterios, el de Mar Saba es el más famoso especialmente por su ubicación, medio colgado de un precipicio sobre el río. Cuando el cristianismo se convirtió en religión oficial en el siglo IV d.C. en todo el imperio romano, los mártires ya no tuvieron la posibilidad de ser perseguidos por el imperio, así que buscaron otra forma de mortificación para poder llegar a Dios. Y lo hicieron buscando el peor de los desiertos que conocían: el de Judea, donde el mismo Jesucristo pasó los 40 días y noches de ayuno. Desde entonces, varios anacoretas empezaron a vivir aislados en cuevas del desierto, hasta que San Sabas empezó a construir los monasterios y empezó a formar comunidades. Desde entonces, Mar Saba pertenece a la Iglesia Griega Ortodoxa y es uno de los monasterios más viejos del mundo aún utilizados. Con la llegada de los cruzados se construiría la muralla, las puertas de entrada y los pilares de refuerzo en la base del monasterio, pero a su retirada se llevarían el cuerpo en el siglo XII y solo sería hasta 1965 cuando el Papa Pablo VI lo regresaría al monasterio desde Venecia.

El desierto

Descendimos por pistas de montaña, difíciles, estrechas, que cruzaban a veces algunas de las muchas ramblas y vados que normalmente se encuentran secos pero que cuando llueve en las montañas rápidamente se llenan de agua de forma peligrosa. Así como en Estados Unidos hay gente aficionada a perseguir tornados para verlos de cerca, aquí en Israel y Cisjordania existe gente aficionada a ver las crecidas de estos ríos. Algunas veces el agua se acumula tan arriba que cuando baja lo hace en forma de un muro acuoso de varios palmos de altura. El paisaje es tan agreste que el ejército israelí lo utiliza entre semana para sus prácticas de tiro, y aquí solo sobreviven algunos asnos y camellos que se alimentan libremente hasta que sus amos beduinos no los vienen a buscar para vender.


Nabi Musa

Siguiendo el Valle de Hureqanya llegamos a Nabi Musa, un centro de peregrinaje, mezquita, cementerio y, sobretodo, tumba de Moisés según la tradición beduina. Se dice que Saladino fue uno de los impulsores de la creación de un centro de descanso para los caminantes que hacían la ruta entre Jericó y Jerusalén, puesto que aquí se encontraban a medio camino. Desde el lugar se divisa el perfil del Monte Nebo, en la sierra de Moab, más allá del Valle del Jordán. Según la Biblia fue en esta montaña donde murió y está enterrado Moisés, que pudo ver Tierra Santa desde lo alto de la montaña pero a quien Dios había prohibido pisarla. 
Cuando el sultán mameluco Baibars al-Bunduqdari mandó construir en 1269 un hospicio para los peregrinos que recorrieran el camino de Jerusalén a la Meca, lo llamó Nabi Musa en recuerdo del profeta la tumba del cual se distinguía desde aquí. Con el tiempo, sin embargo, la gente acabaría confundiendo el nombre con la tumba, e incluso se construiría una tumba de Moisés (visible desde las ventanas que dan a un patio). Desde lo alto del primer piso del hospicio se ve el cementerio, al que los creyentes beduinos quieren ser enterrados para estar cercanos al profeta…

Wadi Qelt

Atravesando el Desierto de Judea desde Jerusalén a Jericó, Wadi Qelt (o Nahal Prat en hebreo), es un estrecho cañón de montaña por el que corre un río que da vida a una extensa flora y fauna local. El cañón se utilizó desde hace siglos como camino natural para unir las dos antiguas ciudades, por lo que no es de extrañar que contenga una de las sinagogas más antiguas del mundo Shalom Al-Synaogue y uno de los monasterios más antiguos del mundo, el de San Jorge. Este pertenece a la Iglesia Ortodoxa Griega y, como el de Mar Saba, está medio construido en la ladera empinada de la montaña, por lo que ofrece a la vista un magnífico ejemplo de elegancia, sobriedad y fusión con la piedra.
Pero donde sin duda el paisaje acaba mostrando todo el vigor y magnificencia del Desierto de Judea es un poco por encima del monasterio. Desde aquí se extiende la vista desde Jericó hasta Jerusalén, y por en medio toda la extensión del desierto ondulado de colinas y montañas arrasadas por el viento, el calor y el vacío.
–No se puede explicar como es el desierto –nos dijo Nir en la cima de una de estas montañas, con el desierto a nuestro alrededor–. Hay que vivirlo para entenderlo. Y ahora vosotros ya lo habéis vivido y conocido.
Nos quedamos todos en silencio, escuchando el vacío del desierto, ese silbo apacible y delicado que escuchó Elías tras el terremoto y el fuego. Ahí había mucho más que un desierto. Mucho más que un silencio baldío. Había allí pura belleza…
   


Este post ha sido posible gracias a la colaboración de AbrahamTours, que es el organizador  de la salida organizada Judean DesertJeep Tour
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