A
solo 15 kilómetros de Barcelona, el Espai Rural Gallecs es un pequeño pulmón de oxígeno de un
poco más de 730 hectáreas que conserva un área natural en medio de la zona más
industrial del Vallès. Salvada de un plan de desarrollo urbano pensado en la
época franquista, el espacio propiedad del Institut Català del Sòl es de interés natural no solo para
los 6 municipios que lo integran, sino especialmente para toda la provincia de
Barcelona.
Con
un 75% de campos de cultivo y un 14% de bosques, es un área natural de alto
valor ecológico en un área tan urbanizada.
No
lo conocía. Así que me sorprendió cuando ayer fui a verlo con una treintena de
personas con las que iba a trabajar codo con codo en un proyecto de Responsabilidad
Social. Los valores agrícolas, medioambientales y de uso público del parque que
se mantienen en el área de Gallecs encajan también con los mismos valores que promueve
TARANNÀ, VIAJES CON SENTIDO, la
empresa con la que realizamos el proyecto.
Cerca
de 180 especies de aves, entre nidificantes y migrantes, se han observado en
Gallecs, especialmente a causa de su variedad de espacios y las charcas que
crean pequeños oasis acuáticos en un medio principalmente de secano.
La
acción del día consistía en restaurar uno de los espacios más emblemáticos
dentro del espacio, la balsa del Torrent
dels Oms. Se trata de una charca artificial creada para facilitar la vida
de los especies anfibias y pequeños y medianos mamíferos (como zorros y
tejones) que necesitan el agua. Anteriormente el espacio era una pista de
bicicrós en la que los muchachos de los pueblos vecinos venían a jugar con sus
bicis BMX. Se plantaron pinos y se marcaron caminos específicos, pero el mal
estado del terreno con fuerte pendiente pedía a gritos una intervención de
restauración.
Los
elementos a restaurar eran los puntos de entrada del agua de lluvia, que había
erosionado demasiado el terreno en 3 zonas; la valla perimetral que protege la
balsa e impide el acceso a los rebaños de ovejas que a veces visitan el lugar y
un talud inclinado que se quiere replantar con especies aromáticas.
Para
ello nos distribuimos en grupos de trabajo e iniciamos las operaciones, guiados
por gente de la empresa NATURALEA y CONCEP-T, organizadores del
evento. En solo tres horas conseguimos cavar zanjas, atar ramas para crear
haces para la contención de agua, plantar especies aromáticas y cambiar la
valla perimetral de la charca. El antes y el después eran obvios, y la
satisfacción de todos los integrantes, adultos y niños, evidentes tras el
trabajo bien hecho.
Iniciativas
como estas deberían ser más frecuentes en nuestra sociedad, puesto que no solo
contribuyen al mejor conocimiento de otras personas gracias al trabajo en
equipo, sino que permiten devolver a la naturaleza al estado en que debería
estar: saludable y con una mayor biodiversidad.
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