En
las entrañas de la tierra en el sur de Francia se esconde un secreto. Es
oscuro, frío y húmedo. Y difícil de encontrar. Quizá por ello no fuera tan
conocido hasta épocas recientes. Son las grutas, simas y cuevas que, decoradas
con el arte de la tierra, embelesan a miles de turistas cada año.
Unas
de las más conocidas y reconocidas son las Grutas de Médous, en el pueblo de Asté, cerca de
Bagnères-de-Bigorre en el Departamento de Hautes-Pyrénées.
Se
trata de una de las grutas más impresionantes de Europa, clasificada como las
terceras del mundo por F. Herzog.
El
visitante va siempre acompañado de un guía que no solo explica la formación de
cada elemento rocoso, sino también cuenta un poco los detalles del
descubrimiento, en 1948. Los trabajos de adecuación duraron dos años, tras los
cuales varias pasarelas y escalones permiten a los visitantes caminar (y
navegar) más de trescientos metros hacia el interior de la montaña para
contemplar una de las joyas naturales más importantes del mundo.
A
cada paso uno va descubriendo nuevas formas que le recuerdan catedrales, animales,
pueblos enteros,… Estalactitas, estalagmitas, columnas, velas, cascadas
petrificadas,… toda una suerte de formaciones rocosas formadas tras miles de
años han crecido y siguen creciendo con el agua. Una leve iluminación permite
distinguir perfectamente las formas más leves o los contornos de las cuevas más
grandes (hasta treinta metros de altura), pero sobretodo permite creer que uno
está descubriendo la cueva por primera vez como si fuera un espeleólogo con un
frontal en el casco.
Y
cuando el recorrido seco ya ha terminado y uno cree encontrarse cerca de la
salida, viene lo mejor: un recorrido en barca a lo largo de doscientos metros
por un río subterráneo, con formaciones a lado y lado de la góndola metálica
que convierten esta visita a las entrañas terrestres en algo mágico y difícil
de olvidar.
Para
conocer más:
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