Cuando
uno piensa en regiones vinícolas de
Europa es probable que lo primero que le venga a la cabeza sea Francia,
España o Italia. Quizá incluso recuerdo el vino riesling de Alemania. Pero difícilmente pensará en Luxemburgo como uno
de los centros productores de vino europeo. Y sin embargo, Luxemburgo tiene 1.300 hectáreas dedicadas
al cultivo de la uva desde 1921 en el Valle de Mosela.
Más de 420 explotaciones vitícolas trabajan
a lo largo del margen occidental del río
Mosela, un afluente del Rin, que hace de frontera natural con Alemania
formando un valle de anchos pendientes forrados de viñedos agrupados en 6 cooperativas vinícolas.
El
Valle de la Mosela se convierte así en una de las zonas productoras más
importantes de Europa central. El Valle
de la Mosela permite el cultivo de la uva gracias a un microclima especial
que eleva la temperatura una media de 1 a 2 grados centígrados por encima del
resto del país, y convierte a sus terrenos en uno de los más septentrionales
para la producción de vino de Europa. Aquí se cultiva la uva riesling y
elbling.
Una
serie de itinerarios permiten conocer y adentrarse entre los viñedos, caminar
junto al río o subir hasta lo alto del valle para gozar de las vistas de la
región.
A
mediados de septiembre, coincidiendo con el inicio de la vendimia, se celebra
un fin de semana abierto, el Riesling
Open, en el que los productores abren sus puertas a los visitantes, dejan
catar sus vinos, ofrecen incluso comida como salchichas o quesos y facilitan el
conocimiento de la región. Incluso hay conciertos y un concurso de belleza en
la que se escoge a la Rieslingskinnigin,
la Reina del Riesling del año.
Incluso
hay un bus gratuito que recorre las poblaciones junto al Mosela, desde Remich
hasta Grevenmacher.
Se
puede caminar fácilmente entre dos o tres pueblos y regresar al punto de
partida utilizando el M.S. Princesse Marie-Astrid, el
barco crucero que, desde 1966, hace el recorrido por el río todo el año,
parando en diferentes puertos del lado luxemburgués del Mosela.
Sea
cual sea el recorrido realizado, seguro que a más de uno le sorprenderá por sus
grandes extensiones de vid, sus anchos paisajes y, sobre todo, por su belleza.
Un
itinerario sugerido, seguido por el autor, es:
Ahn: uno de los pueblos más pequeños de
la zona, apenas tiene doscientas personas entre sus habitantes, pero cuenta con
una gran iglesia y media docena de cavas, entre ellas el Domaine Viticole Steinmetz. Las viñas dieron mucho dinero, y entre
las casas del centro del pueblo se encuentran algunas mansiones elegantes de
esos potentados del vino.
Ahn
fue habitada ya desde antes de que los romanos llegaran aquí, y de hecho el
nombre proviene de Anam, palabra de origen celta adaptada del paludem latino,
porque en la zona en aquella época había un pantano. Las ruinas romanas han ido
apareciendo con el tiempo: una tumba aquí, un molino allá, un baño acullá,…
En
los años 50 y 60 del siglo XX se hicieron grandes obras y movimientos de
tierras para disponer las tierras alrededor del pueblo y facilitar así el cultivo
de la vid, que se extiende todo alrededor hasta la cresta del monte y la frontera
con los otros pueblos. Un camino sale de la iglesia, atraviesa unas cuantas
calles y finalmente llega hasta el helipuerto donde aterriza el helicóptero que
hace las fumigaciones. Desde allí el camino sigue el trazado de las viñas y nos
permite ver todas las plantaciones en sus diferentes estadios de madurez y
variedades de uva.
Una
hora después llegamos a Wormeldange,
una población un poco más grande y rica, con casas aún más elgantes y muchas
más pequeñas cavas, agrupadas en la cooperativa de Wormeldange, un gran
edificio frente al río y en el que hay una selección de vinos y cremants de la
región, y donde se puede degustar la gastronomía local en el restaurante junto
a las cavas.
Se
acaba el recorrido andando en Ehnen,
donde se encuentra el Museo del Vino.
Abierto en 1978 en una antigua casa vitícola del siglo XVIII, muestra varios
artefactos antiguos para la producción del vino. Se puede ver cómo se
fabricaban los toneles y barriles, una gran prensa de vino, una herrería y la
antigua oficina de Ehnen para pesos y medidas. En el museo se muestra todo el
procedimiento para la obtención del vino, desde el cultivo de la vid hasta el
embotellamiento. Incluso en el jardín hay unas cuantas vides con las variedades
más conocidas de uvas. Como estas uvas son del gobierno de Luxemburgo, tienen
el honor de que el vino que se produce de ellas se sirve en recepciones
oficiales e incluso en cenas de las embajadas.
En
Ehnen puede embarcarse al Marie Astrid para recorrer un tramo del
Mosela hacia el norte, pasando otra vez por delante de Ahn, contemplando el valle abierto de sus viñedos y llegando hasta Machtum, otra de las poblaciones vinícolas
y con varias cavas donde degustar las variedades de vino luxemburgués.
Frente
a Machtum se encuentra la ciudad alemana de Nittel, también una conocida población vitícola e igualmente
antigua, con ruinas romanas de hace más de dos mil años.
Dicen
incluso que los romanos fueron los primeros introductores de la uva en
Luxemburgo. Seguro que poco se imaginaban los romanos que, después de dos mil años, esas uvas que plantaron todavía
darían fruto…
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