Cuando
llega el 1 y 2 de noviembre hay que ir pensando, según la tradición mexicana,
en montar un Altar de Muertos en
memoria de los seres queridos o los personajes admirados. Este último fue el
caso del Altar de Muertos que la AsociaciónMexcat montó en el Hall del Museu Etnològic de Barcelona durante el pasado Día de Muertos. El homenajeado se
hubiera encontrado como en casa entre las piezas de la colección del museo, ya
que era un amante de la etnología y él mismo ayudó a concebir el Museo de
Antropología de México. Estamos hablando del célebre Carlos Pellicer.
Escritor, poeta, museólogo y político,
el polifacético Carlos Pellicer Cámara nació en 1897 en San Juan Bautista, en el Estado de
Tabasco de México (hoy en día Villahermosa). De antecesores de origen catalán,
el joven Carlos aprendió a gozar de la poesía de manos de su madre, Deifilia.
Empezó a componer sus poemas de pequeño mientras vendía los dulces que
preparaba su madre mientras el padre se había alistado al ejército
constitucionalista. Sus inquietudes literarias y sociales le hicieron activista
de bien joven, y ya en 1918 fue cofundador de la revista San-Ev-Ank, y en 1919
de un nuevo Ateneo de la Juventud. En 1920 pronuncia un discurso contra el
dictador de Venezuela y esto le introduce a conocer José Vasconcelos Calderón,
rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Poco
después fundó el Grupo Solidario del Movimiento Obrero junto a otros colegas,
fue profesor de poesía moderna en la UNAM y director del Departamento de Bellas
Artes.
Estudió museografía tres años en la
Sorbona de París, y a
su regreso a México cae en desgracia por su asociación con Vasconcelos, le
ingresan en prisión un tiempo y a su salida consigue trabajo como profesor de
Historia en una escuela secundaria. Incluso fue actor dramático durante un
tiempo, pero pronto vio que lo de actuar no era lo suyo.
Su
relación con la etnología y la arqueología le venía de lejos. Desde que empezó
a viajar por México, aprovechó sus visitas para recopilar y comprar figuras y
objetos prehispánicos, que iba disponiendo en una habitación como si fuera un
museo. Al final Pellicer acabó dedicándose a la museología, de la cual, opinó
en 1953:
"...cuando hago un museo y los he
hecho siempre solo; todos los errores son míos, y si hay aciertos también son
míos. Estoy más cerca de la lógica y el orden a través del tacto moviendo o
movilizando objetos, que manejando las palabras. Para mí hombre confundido con
la tierra, las palabras son demasiado volátiles: se me escapan de las manos. En
la organización de museos es donde me encuentro con menos obstáculos, con mayor
posibilidad de ejercer, de establecer el orden".
Transformó
el Museo de Tabasco hasta
convertirlo en un magnífico muestrario de las artes de su Estado natal. Como
viajaba constantemente allá, dispuso una cama y una caja como armario para
poder dormir en el mismo museo y asegurarse que las obras de remodelación avanzaban
a buen ritmo.
En
1964 se inauguró el Museo Nacional deAntropología en Ciudad de México, obra de su discípulo Pedro Ramírez Vázquez, que había seguido sus indicaciones.
Incluso
en sus viajes no dejaba pasar la oportunidad de dejarse inspirar por las
personas o los paisajes que veía para componer sus poemas. Una vez que se
perdieron con unos amigos en el desierto aprovechó para componer su poema Dulce canto del deiserto.
Quizá
el más famoso de ellos sea aquél que cantó a su dulce tierra, Tabasco, en su
poema Cuatro Cantos en Mi Tierra:
Agua de Tabasco vengo
y agua de Tabasco voy.
De agua hermosa es mi abolengo;
y es por eso que aquí estoy
dichoso con lo que tengo.
Pellicer
murió a los 80 años en el DF y sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres.
Poesía,
arte, cultura, historia y tradición se funden en el Altar de Muertos dedicado a
Carlos Pellicer en el Museu Etnològic de Barcelona.
¿Se
hubieran podido escoger un escenario mejor?
Quizá, pero sería ya en
Tabasco…
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