Hace pocas semanas los cimientos de la ciencia
plaeoantropológica se vieron sacudidos por la revelación de una noticia
sensacional: en el fondo de una cueva fueron descubiertos, amontonados, los
restos de más de 1.500 esqueletos de una especie nueva de homínido, bautizada
por el equipo de Lee Berger como Homo naledi. La noticia es excepcional
no sólo por la gran cantidad de especímenes encontrados de una misma época,
sino también porque se evidenciaría por primera vez una especie de ritual
mortuorio según el cual los cuerpos sin vida habrían sido alojados aquí a
propósito. Homo naledi se llama así
por la cámara de la cueva en la que se encuentra, Dinaledi, y significa
“estrella” en el idioma sotho local. Aunque no se ha podido determinar bien su
antigüedad, se le sitúa entre Australopithecus
africanus y Homo erectus, y
podría ser el nexo perdido que tanto se ha buscado. El futuro y las nuevas técnicas
de datación lo dirán…
La cueva en la que se encontraron los huesos forma parte del
sistema de Rising Star, y viene a confirmar la zona, en la provincia
sudafricana de Gauteng, como la Cuna de
la Humanidad (Cradle of Humankind).
Así se llama este territorio a unos 50 km al noroeste de la
ciudad de Johannesburgo que en 1999 fue declarado Patrimonio de la Humanidad y
que se extiende a lo largo de 470 kilómetros cuadrados de paisaje de sabana
sudafricana.
Todo empezó en 1924, cuando el antropólogo Raymond Dart descubrió la cabeza de un
joven homínido en Taung. El fósil, llamado Niño
de Taung, tenía de 2,8 a 3,3 millones de años, y Dart lo clasificó en una nueva especie: Australopithecus africanus (el mono del
sur de africano).
En 1947, en las cuevas de Sterkfontein, Robert Broom descubrió el primer cráneo entero y adulto de un Australopithecus africanus, que fue bautizado como Mrs. Ples.
En 1947, en las cuevas de Sterkfontein, Robert Broom descubrió el primer cráneo entero y adulto de un Australopithecus africanus, que fue bautizado como Mrs. Ples.
Las
cuevas de Sterkfontein produjeron más de una tercera parte de fósiles homínidos
primigenios de África antes del descubrimiento de Dinaledi, y por ello acabaron
convirtiéndose en el epicentro de la Cuna
de la Humanidad.
Ésta es una de las atracciones principales de la ciudad de Johannesburgo, ya que además de poder visitar la cueva, incluye un par de centros divulgativos donde se puede apreciar la evolución humana y la importancia que los fósiles sudafricanos han tenido en permitirnos conocer un poco más sobre el origen de nuestra especie.
Ésta es una de las atracciones principales de la ciudad de Johannesburgo, ya que además de poder visitar la cueva, incluye un par de centros divulgativos donde se puede apreciar la evolución humana y la importancia que los fósiles sudafricanos han tenido en permitirnos conocer un poco más sobre el origen de nuestra especie.
Aunque existen más de 36 cuevas con huesos fósiles en la
Cuna de la Humanidad, sólo es posible visitar dos centros de exposiciones,
entre ellos el de Sterkfontein, donde puede visitarse la cueva original.
Hay dos centros visitables en la Cuna de la Humanidad:
-Maropeng: se trata de una
impresionante construcción en forma de túmulo que alberga una exposición
alrededor de un yacimiento de la edad de piedra en la quie los primeros
humanos, hace entre uno y medio millón de años, fabricaron herramientas de
piedra cuyos originales se pueden ver en la exposición. El complejo no solo tiene un diseño
espectacular, sino que se funde con el paisaje manteniendo un equilibrio
natural. En su interior hay una cafetería, tienda y la exposición, además de un
circuito en barca por varios túneles (uno de ellos congelado).
-Cuevas de
Sterkfontein: el nombre afrikaans significa Fuente Fuerte, y es un
grupo de cuevas de caliza. Aquí fue descubierta Mrs. Ples en 1947 por Robert
Broom, y en 1997 Ronald J. Clarke descubrió el esqueleto casi completo de otro
homínido, que llamaron Little Foot.
Los datos de antigüedad parecen darle unos 2,2 a 2,6 millones de años, y Clarke
lo bautizó como una nueva especie de homínido: Australopithecus prometheus.
Aunque desde 1966 se está excavando el lugar (con Phillip V.
Tobias como su gran dinamizador y convirtiendo el yacimiento del mundo que
lleva más tiempo siendo estudiado) se puede acceder a la cueva que tantos
fósiles ha brindado para, por unos minutos, sentirse paleoantropólogo
descubridor.
La visita empieza en el museo del yacimiento, una moderna
instalación con paneles explicativos, reproducciones de cráneos y huesos y una
muy buena explicación introductoria para entender la evolución humana.
A los visitantes se les da un casco y cuando el grupo (nunca numeroso) está preparado, se inicia la aproximación a la cueva, a medio kilómetro de distancia. Durante el recorrido, por un camino bien cuidado entre la vegetación, uno va tomando conciencia del ambiente de sabana que le rodea, y a la vez del tiempo necesario para la evolución hasta la humanidad actual, ya que dispuestas a intervalos, unas placas grabadas informan del tiempo desde la creación del universo, la tierra, los continentes, la vida, los mamíferos y finalmente los homínidos.
Cuando se llega junto a la cueva, accesible por unos
escalones tallados en la roca, uno ya sabe lo que se encontrará ahí: uno de los
sitios con más historia del mundo. Bajamos con cierta aprensión. El ambiente
oscuro y la pesadez de la roca no es sitio para claustrofóbicos, pero a medida
que nos vamos adentrando en las fauces de la tierra descubrimos un mundo mágico
de estalactitas y estalagmitas. El guía nos señala algunas de las concreciones
rocosas más interesantes. Pasamos junto a una verja cerrada: es el sitio donde
se descubrió Little Foot, y aún se
mantienen las excavaciones ahí.
Pasamos junto a un agujero en el techo: por aquí, dicen, es por donde caían algunos animales (entre ellos homínidos) y quedaban para siempre enterrados en la oscuridad de la cueva. Fue gracias a ello que nos han llegado sus huesos hasta hoy. Llegamos al final, una cámara donde la oscuridad se funde en un espejo de agua transparente que cubre una depresión. Cerramos por un momento las luces. El silencio es aplastante. Sólo alguna gota de agua al caer sobre la roca parece resonar en las paredes…
Pasamos junto a un agujero en el techo: por aquí, dicen, es por donde caían algunos animales (entre ellos homínidos) y quedaban para siempre enterrados en la oscuridad de la cueva. Fue gracias a ello que nos han llegado sus huesos hasta hoy. Llegamos al final, una cámara donde la oscuridad se funde en un espejo de agua transparente que cubre una depresión. Cerramos por un momento las luces. El silencio es aplastante. Sólo alguna gota de agua al caer sobre la roca parece resonar en las paredes…
A fuera, una estatua de Phillip V. Tobias recuerda el mayor
científico que trabajó en estas cuevas, y otra a Robert Broom observando a Mrs.
Ples homenajea al hombre que hizo saltar la región a la fama.
Al lado, una serie de pasarelas metálicas cubre la
superficie de excavación, llena de
cuadrículas de hilos para los excavadores. Los trabajos siguen. ¿Quién
sabe lo que la Cuna de la Humanidad deparará en un futuro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario