21 ene 2015

¿Sabes lo que es SABRA?

Así como ciertos platos de comida tradicionales se han hecho tan famosos que identifican ya a sus países de origen, también algunos licores de ciertas nacionalidades han venido a representar los valores de la patria: si el tequila mexicano es seco pero lleno de vida como las tierras del norte del país, el whisky escocés tiene la suavidad de la hierba siempre verde y el aroma de la turba recién extraída, el limoncello rezuma el frescor de los cítricos madurados al sol del sur de Amalfi y el vodka es serio pero exaltado como los cosacos rusos, ¿cómo deber ser el licor que defina el espítiru de Israel? 
¿Cuál es y a qué SABRÁ este licor?

Si pensamos en cómo debería ser este licor, ¿qué características nos vienen a la cabeza que lo pudieran definir?
  • En primer lugar debería ser SUAVE, como el clima israelí.
  • Debería ser AFRUTADO, para que mostrara la riqueza de cultivos frutales del país: por ejemplo, algo que recordara el ácido y dulce sabor de las naranjas de Jaffa…
  • Sería sin duda BUENO, como la rica y variada gastronomía del país.
  • El licor sería además ROBUSTO, como el pueblo israelí que sobrevive junto al desierto, y su carácter lo podría aportar el amargo destello de un chocolate denso, que le aportaría además el contraste como el que se ve desde el espacio mirando el territorio del país, con sus verdes extensiones de cultivos y el amarillento desierto sin vida.
  • Por último, el licor de Israel debería mostrar a su vez la ANTIGÜEDAD de sus yacimientos y reliquias, y debería venir, por ejemplo, en una botella bien bonita, algo que trasladara al Próximo Oriente con sólo verla, que recordara a las botellas donde se esconden los genios, y debería inspirarse en al historia milenaria de esta región.

Por supuesto, su nombre debería de estar totalmente unido a la esencia de los israelitas, para que licor y país se fundieran en un solo espíritu.
Parece un reto muy complicado conseguir el licor perfecto de Israel, pero si nos fijamos en sus características, SABREMOS que ya existe este licor y que el #retosabra queda vencido:
  • Suave
  • Afrutado
  • Bueno
  • Robusto
  • Antiguo

En efecto, el licor de Israel ya existe y se llama SABRA. Embotellado en un equilibrado recipiente inspirada en una botella de vino fenicia de más de dos mil años de antigüedad, el licor israelí mezcla el denso chocolate con la viva acidez de las naranjas para conseguir una mezcla buena, robusta pero muy suave.
El licor lo desarrolló en 1963 Edgar Bronfman destilando el jugo de las tunas, los higos chumbos rojos y maduros que da el cactus del nopal de México (Opuntia ficus-indica). El gusto quizá no acabó de quedar bien conseguido, con lo que se sustituyó la fruta del desierto por el cacao del chocolate (otra fruta importada de México) y el jugo de naranja. Esta vez sí cuajó la idea y el licor SABRA consiguió por fin la receta que ha mantenido hasta la actualidad, convirtiéndose en el licor por excelencia de Israel.
¿Y sobre el nombre? SABRA viene de TZABAR, como se bautizó al cactus traído de México en el siglo XVI. Como se adaptó tan bien a las áridas condiciones del desierto, empezó a usarse el mismo nombre para designar a los habitantes de Israel de siempre (especialmente los que habían nacido ahí antes de la formación del Estado en 1948), y ahora ya define a cualquiera que haya nacido en Israel.

SABRA es pues, tanto en el nombre como en su esencia, el licor de Israel. 

14 ene 2015

QUE VER EN NARBONA

A menos de cien kilómetros de la frontera con Cataluña, la ciudad de Narbonne está más cerca que nunca gracias a la conexión de tren RENFE-SNCF (ELIPSOS) que permite al visitante descubrir una población relajada con un largo pasado y un rico legado cultural.
Fueron los romanos quienes fundaron, en el 118 a.C., la colonia Narbo Martius que después pasaría a llamarse Narbona (Narbonne en francés).  
Aún puede verse parte del legado romano en el subsuelo de la ciudad en el museo del Horreum, que desde 1975 muestra a público los viejos almacenes metropolitanos donde se guardaba grano, aceite, vino e incluso armas, ya que en el siglo I a.C. la ciudad era un puesto fronterizo con la Galia independiente. Durante siglos estas bóvedas subterráneas (se encuentran a cinco metros bajo el suelo) sirvieron de excelentes cavas para guardar el vino.
Hay también evidencias romanas en la Place de l’Hôtel de la Ville, donde se descubrió un trozo de la Via Domitia, la carretera que unía Hispania con Italia. El tramo que se ve aquí es posterior al 10 a.C., fecha que se pudo determinar al encontrar una moneda bajo una de las piedras.
El trozo de calzada romana está a la vista contrastando en edad con otro de los grandes monumentos de la ciudad, el Palacio de los Arzobispos, formado por una parte románica y otra gótica unidas por el llamado Pasaje del Ancla y coronado por tres torres de varias épocas entre el siglo XIII y XIV: la Madeleine, la más vieja, la torre de San Marcial y la torre de Gilles-Aycellin. Desde el siglo XIX es la sede del ayuntamiento de Narbona. La Sala del Sínodo, a la que se accede por una escalera de 1628 es ancha y diáfana como pocas de su época.   
El Ancla a qué hace referencia el nombre del pasaje que separa el palacio viejo del nuevo está colgada bajo uno de los arcos, y simboliza el derecho que tenían los arzobispos sobre la pesca de la ciudad.
La Catedral de San Justo y San Pastor están a la vuelta, y fue iniciada en 1272 por el Papa Clemente IV, que había sido arzobispo en la ciudad y que mandó desde Roma la primera piedra que se usó en los cimientos de la construcción.
Uno de los iconos de la ciudad es el canal de la Robine, Patrimonio Mundial de la Unesco, que la cruza junto al barrio viejo y que conecta con el río Aude y que más allá conecta también con el canaldu Midi. Siempre se ven algunas barcas alargadas navegando tranquilamente las aguas del canal o amarradas al paseo para descansar y visitar la ciudad.
Justo delante del canal se encuentra otro icono, más moderno, de la ciudad. Es el mercado de Les Halles, construido en 1901, donde hay muchísima variedad de tiendas (muchas de ellas de delicatesen) e incluso bares y pequeños restaurantes donde comer.
Se puede picar algo en el mercado, pero para comer, el mejor sitio de Narbona es sin duda les GrandsBuffets, donde puede degustarse un menú de lujo por un precio muy económico. Podéis ver la reseña que hice del restaurante aquí.
Para conocer cómo llegar en tren, podéis leer la reseña que hice del viaje aquí.
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