El Lago de Bled, tranquilo,
de aguas de azul celeste en las que se reflejan las montañas y las nubes, con
una isla en el centro en la que se erige una iglesia, cuyo campanario se eleva
como un faro para las pequeñas embarcaciones que surcan sus aguas es,
posiblemente, uno de los lagos más bonitos del mundo. Este lago, de estampa
postalera y paisajes sublimes, se encuentra en el noroeste de Eslovenia a solo 55 kilómetros de la
capital Ljubljana y por lo tanto un
destino fácil de visitar que lo ha convertido en uno de los iconos turísticos
del país.
Y eso a pesar de
que el lago de Bled no es excesivamente grande: un poco más de 2 kilómetros de
largo y 1,4 de ancho y solo 29 metros de profundidad. Pero lo fascinante de este lago no está en las
dimensiones, sino en su localización: en medio de los Alpes Julianos, rodeado de montañas y con sus ribas pobladas de los
bosques de Poklujka y Jelovica.
La ciudad de Bled junto al lago
La mejor manera de
visitar el lago y llegar a la isla es hacerlo en una de las pletna,
embarcaciones de madera que parten del
muelle de Bled, en su riba Este. La
población que da nombre al lago está enfocada principalmente al turismo, tanto
en verano como en invierno, aunque sus orígenes son lejanos y existen unos textos del año 1004 en que
aparece por primera vez su nombre Ueldes.
Los entusiastas de la gastronomía que no se pierdan la kremna rezina (corte de crema), un pastel de crema, nata y pasta de hojaldre que es la especialidad local. La ciudad no lo inventó, pero desde 1953 se han servido más de 10 millones de pasteles en el Hotel Park, desde que lo introdujo Ištvan Kovačevič el chef Serbio que entró a trabajar en la cocina del hotel e incorporó el pastel en el menú.
Los entusiastas de la gastronomía que no se pierdan la kremna rezina (corte de crema), un pastel de crema, nata y pasta de hojaldre que es la especialidad local. La ciudad no lo inventó, pero desde 1953 se han servido más de 10 millones de pasteles en el Hotel Park, desde que lo introdujo Ištvan Kovačevič el chef Serbio que entró a trabajar en la cocina del hotel e incorporó el pastel en el menú.
Las barcas hacia la
isla son para unos quince pasajeros y el barquero la lleva a remo en un corto
viaje de 40 minutos en el que se disfruta de la tranquilidad del lago y
especialmente de las vistas. A medida que nos vamos alejando del muelle se nos
abre el campo visual y empezamos a descubrir algunos de los hoteles de mediados
del siglo XIX que fomentaron el turismo local y convirtieron la ciudad en una
especie de balneario.
Uno de los impulsores de Bled como un centro de salud fue el naturópata suizo Arnold Rikli (18723-1906), quien lo recomendó a muchos de sus ilustres clientes. Poco a poco el lugar se fue convirtiendo, gracias a su clima templado, en un destino ideal para las vacaciones de la aristocracia y nobleza y con el tiempo se empezaron a acondicionar lugares para sus actividades: hoteles, golf, pesca, hípica. Bled se considera también como una de las puertas para las excursiones al Parque Nacional Triglav cercano, donde se encuentra la montaña más alta de Eslovenia. Algunos, como Agatha Christie, se dedicaban a rodear el lago una y otra vez en un carruaje fijaker. Incluso el dictador Tito (Eslovenia formaba parte de Yugoslavia) se hizo construir aquí una residencia de verano, que ahora alberga el Hotel Vila Bled.
Los hoteles que se construyeron en esa época, como el Louisenbad o el Grand Hotel Toplice) todavía se encuentran junto al agua, en algunas de las mejores localizaciones. A pesar de ser una ciudad turística, nunca está colapsada, puesto que una regulación municipal fija el límite de camas hoteleras en la misma cifra que habitantes de la ciudad (5.500).
Uno de los impulsores de Bled como un centro de salud fue el naturópata suizo Arnold Rikli (18723-1906), quien lo recomendó a muchos de sus ilustres clientes. Poco a poco el lugar se fue convirtiendo, gracias a su clima templado, en un destino ideal para las vacaciones de la aristocracia y nobleza y con el tiempo se empezaron a acondicionar lugares para sus actividades: hoteles, golf, pesca, hípica. Bled se considera también como una de las puertas para las excursiones al Parque Nacional Triglav cercano, donde se encuentra la montaña más alta de Eslovenia. Algunos, como Agatha Christie, se dedicaban a rodear el lago una y otra vez en un carruaje fijaker. Incluso el dictador Tito (Eslovenia formaba parte de Yugoslavia) se hizo construir aquí una residencia de verano, que ahora alberga el Hotel Vila Bled.
Los hoteles que se construyeron en esa época, como el Louisenbad o el Grand Hotel Toplice) todavía se encuentran junto al agua, en algunas de las mejores localizaciones. A pesar de ser una ciudad turística, nunca está colapsada, puesto que una regulación municipal fija el límite de camas hoteleras en la misma cifra que habitantes de la ciudad (5.500).
El Castillo de Bled
Al otro lado de la
ciudad, ya cerca del centro del lago, nuestra vista se irá a fijar
irremediablemente en la mole del peñasco que se alza a la ribera norte del Lago
Bled: en lo alto del precipicio, dominando toda la extensión del lago, se
encuentra el Castillo de Bled, la
fortaleza más vieja de Eslovenia y sin duda una de las más visitadas. El
castillo se menciona por primera vez en
1011 (siete años después de la ciudad), y de esa época son los restos de la
torre románica más vieja. El resto de la fortaleza fue ampliada y renovada entre la Edad Media y el
renacimiento, primero por los Obispos de Brixen y después por la Casa de
Habsburgo a partir de 1278. El aspecto medieval del castillo viene reforzado
por un puente levadizo, un foso, las torres cilíndricas e incluso una capilla
del siglo XVI con frescos.
La isla de Bled
La pletna sigue su
camino hasta llegar a la isla de Bled
(Blejski otok). Desde lejos ya hemos podido ir viendo el alto campanario (52 metros) de la iglesia dedicada a la Asunción de María que corona la isla, del
siglo XVII (a pesar que la primera fue consagrada en 1142) .Desde el muelle en
el que se pisa el suelo de la isla en su
ribera sur se accede a la parte superior por una ancha escalera de 99
escalones. El santuario es muy concurrido en primavera y verano para la
celebración de bodas, y es una tradición no escrita que el novio suba a la
novia en brazos todos los 99 escalones hasta la cima. Eso sí, la novia no puede
hablar durante esos momentos, quizás para no distraer al novio que lo debe
tener complicado para no caerse con el largo vestido, o quizá para que éste no
tenga que responderle quedándose sin aire en los pulmones.
Las vistas desde el
pie de la iglesia, por encima de los árboles que rodean la isla, son fabulosas,
pero mejor aún son las vistas desde lo alto de campanario. Unas estrechas
escaleras (previo pago) llevan hasta el piso superior desde el que se puede
admirar la belleza del paisaje. Cerca, la iglesia, el restaurante y la tienda
de souvenirs a su lado, y a lo lejos, el Castillo de Bled sobre el acantilado
y, al pie del lago, la ciudad balnerario que nos espera al regreso.
La vuelta en la
embarcación siempre parece más rápida que a la ida, pues quizá demasiado aprisa
la isla de Bled queda atrás. Uno desearía haberse quedado allá arriba más
tiempo disfrutando de la serena contemplación de la belleza de Eslovenia en el Lago Bled.
Para conocer más: