En el interior montañoso de la isla de Célebes, entre Borneo
y las Molucas, viven los Toraja, un pueblo convertido al cristianismo pero
cuyos ritos funerarios, sincretizados con sus orígenes animistas, persisten
todavía en elaboradas ceremonias. Sus tradiciones, construcciones y cultura son
uno de los tesoros mejor guardados de Indonesia: Tana Toraja, su tierra, sin
duda no decepcionará a ningún viajero interesado en los pueblos antiguos.
Toraja significa en bugi “gente de las altas tierras”, y siempre
han sido vistos como diferentes por la etnia mayoritaria de Célebes. Diferenciados de los bugi
musulmanes por la religión, los Toraja también convirtieron su arquitectura en
una forma de arte y cultura diferenciadora. Aunque las casas tradicionales, tongkonan, con sus techos que parecen
barcos invertidos se encuentran mayoritariamente en los pueblos de las
montañas, en la capital de Tana Toraja, Rantepao,
en un ancho valle desde cuyo centro pueden verse las montañas circundantes,
densamente pobladas de bosques de bambú, ya puede verse algún edificio
gubernamental con el techo característico. También será fácil distinguir entre
los transeúntes, alguno de los atuendos típicos Toraja, como la pieza de tela
que llevan los hombres colgada del hombro y que tanto sirve de abrigo, bufanda
o fardo.
A 2 kilómetros al Norte de Rantepao se encuentra el mercado
de Pasar Bolu, una gran área abierta
con varias cercas de madera para enjaular a los animales que se venden. Cada
seis días el mercado se llena de bueyes (los animales más preciados) y cerdos,
muchos de los cuales serán sacrificados para las ceremonias de entierro que se
realizan en los pueblos de las montañas.
Hay cuatro clases de búfalo dependiendo del color, y los Toraja aprecian especialmente la clase
Saleco, de color blanco y negro y ojos azules. Un buen ejemplar puede llegar a
costar 26.000 euros. Cualquiera de ellos cuesta una pequeña fortuna, y más para
un pueblo que vive del arroz que cultiva en las terrazas excavadas en las
laderas de la montaña. Es probablemente a causa de estos precios elevados que
la ceremonia funeraria, entre los Toraja, suele tardar tanto. No es raro que
una familia tarde hasta cuatro años en preparar toda la fiesta de entierro para
su difunto. Mientras dure la preparación, el muerto estará confinado en un
ataúd de madera, envuelto en telas, y pasará a ser un mueble más dentro de la
casa.
Cuando los entierran, lo hacen en paredes de roca, en
pequeños nichos excavados en la piedra que cubren con un pequeño balcón donde
se coloca una efigie del difunto tallada en madera.
Una buena talla Tau
Tau puede costar casi 700 euros, y muestran la perfecta habilidad de los
artesanos Toraja, capaces de dar a la efigie el aspecto del difunto con gran
realismo. No deja de sorprender al visitante estos cementerios que parecen
apartamentos con un público estático mirando al infinito desde sus balcones.
La tradición animista se coló en el rito funerario
cristianizado, y aún hoy se mantiene casi íntegro. El cuerpo embalsamado permanecerá dentro de la casa familiar hasta que
se haya juntado el dinero suficiente como para poder despedir adecuadamente al
difunto. Para la ceremonia final, que puede durar varios días, se invita a
toda la familia y a los vecinos del pueblo y de los alrededores, llegándose a
juntar centenares de personas que deben ser convenientemente agasajadas. El
precio elevado de los búfalos y los cerdos que deberán ser sacrificados aumenta
aún más el precio de una ceremonia que por impresionante, es también malgastadora
de dinero.
Las danzas de los hombres y mujeres, los cánticos
plañideros, el continuo ajetreo en las cocinas, la solemne comitiva con los
regalos traídos por las visitas y el tañer del gong principal son la cacofonía
amalgamada de una festividad profundamente absorbente para los sentidos que
quedarán aún más anonadados por el colorido visual de las casas Torija y los
vestidos brodados de las niñas, la roja sangre de los sacrificados cerdos, el colorido
ataúd siendo llevado a cuestas por los hombres hacia la tumba después del
banquete, o los ojos enfurecidos de dos búfalos enfrentados en las peleas
forzadas en el arrozal,… Todas estas imágenes vienen acompañadas de la
fragancia envolvente del humo de los cigarrillos con clavo, del pelo quemado de
los cerdos cocinándose, la tierra húmeda de sangre y el aroma de las flores
decorativas.
Viajar a Tana Toraja, la tierra de los Toraja de Célebes es
hacerlo hacia un país a parte, donde el paisaje, la tradición y la cultura se juntan
para ofrecer al viajero una de las mejores experiencias de Indonesia.
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