Mi amigo Francesc es inmune al picante. Dice que cuando era pequeño y decía
palabrotas, su mamá le untaba la boca con chile, y como decía muchas, al final
acabó acostumbrándose. Desde entonces cualquier salsa picante que encuentro se
la doy para probar cuando le invito a casa a ver si consigo que se le escape
alguna lagrimita o como mínimo que diga que la nota un poco picante. Pero hasta
el momento ha sido un esfuerzo totalmente infructuoso. Ya sea salsa de
habanero, salsa huichol o de chile de árbol, no hay manera que le pique ni tan
siquiera un poco. Pero es normal. Dice que una
vez en México le ganó a un mexicano un concurso de a ver quién podía comer más
jalapeños…
Lo
bueno de tantas pruebas es que yo mismo me he ido aficionando al picante, y
desde las primeras guindillas a los últimos manzanos, he conseguido que incluso
me gustara. Pero el reto de encontrar algo que pique a Francesc aún dura.
Por
ello cuando mi amiga Karla me dijo
que había superado un reto de comer picante, la escuché con atención. Ella es mexicana y le gusta el picante,
por lo que cuando me dijo que la hamburguesa Diablo Burger de RIBS
picaba de verdad, me la creí sin dudarlo. ¿Sería
esta una salsa suficiente para hacer llorar a Francesc?
Antes,
pero, tenía que probarla yo, especialmente cuando en este restaurante de Barcelona
proponen el plato como si fuera un reto: quien consigue comerse toda la
hamburguesa (incluida la guarnición) supera el reto y recibe una camiseta (o un
sombrero si se han terminado) de regalo y un vale para una próxima hamburguesa
(que no sea picante), además de poder figurar con la foto en el Wall of Fame del restaurante.
Así
que, sin dudarlo, me fui para el restaurante Ribs de Doctor Fleming con
mi familia y la de Karla, que tenía que cobrarse su hamburguesa gratis y
mostrar orgullosa su camiseta de superviviente a la Diablo.
El
ambiente es totalmente americano, como si uno se metiera de lleno en una
película de cowboys o parara en un bar de carretera de aquellos en que se juntan camioneros y motoristas.
La Diablo Burger se encuentra al final de
la carta, con su publicidad del reto y una foto que en realidad es una versión
suavizada de lo que vendrá después. Cuando la pido al camarero, levanta una
ceja y pregunta:
–¿Estás
seguro? Pica mucho…
–Totalmente
seguro… –le respondo, aunque en mi fuero interno empiezo a tener mis dudas.
Cuando
traen el plato, veo las puertas del infierno abiertas: flotando en un mar de
lava picante la hamburguesa apenas se distingue. Como pequeños tropezones
imbuidos en la salsa, las pepitas del chile amenazan en desatar llamaradas en
mi estómago.
Huelo
la salsa y mi cabeza empieza a rodarme. ¡Ahí voy!
La combinación de chiles la hace
especialmente picante:
chile habanero, de árbol, manzano y
cayena. Incluso cuando la preparan tienen que hacerlo fuera de la cocina
porque si no la mitad de los cocineros empiezan a llorar.
Corto
a pedacitos la hamburguesa. He descubierto que lo que pica más es en los labios
y la lengua, por lo que mi técnica consistirá en engullir más que en masticar
la hamburguesa. Pedazo a pedazo me la voy zampando, picando aquí y allá alguna
patata frita y sorbiendo algún trago de cerveza fresca… Y poco a poco la
hamburguesa va desapareciendo del plato. Por unos momentos, cuando ya estoy a
punto de llegar a la mitad, me parece que tengo ganas de vomitar, pero las supero
y al llegar a la mitad ya sé que lo conseguiré. Con paciencia y la boca en
llamas, empiezo a engullir los últimos restos y cuando el último trozo
desaparece en mi boca, alzo los brazos en señal de victoria. Las patatas son para
suavizar la boca, aunque no aprecie su sabor.
Cuando
llega el turno del café, me pido uno americano (como el de las pelis), y empiezo a recuperar el estado normal de mi
lengua hinchada…
El
gerente del restaurante me trae el sombrero que me gané con tanto esfuerzo y el
vale para la siguiente hamburguesa. Seguro que no será una Diablo de nuevo. La
próxima vez, quiero poder apreciar el sabor.
Por
último, llega el momento del Wall of
Fame en el que me toman una foto en la Harley que tienen junto a la cocina.
La foto irá después en el marco en el que se encuentran los otros Survivors que han conseguido el reto
(solo unas cinco personas a la semana, me asegura el gerente).
Cuando
nos marchamos del restaurante, yo con mi flamante sombrero vaquero en la cabeza
y el vale en la cartera, me vienen a la cabeza dos preguntas:
¿Cuántos
vasos de leche me deberé tomar para apagar el ardor de estómago?
Y la
más importante…
¿Será
suficiente reto la Diablo Burger para
Francesc?
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