Hombres enmascarados
saltando desde las cuerdas de un ring para acabar knockeando a su oponente. Esa es la imagen que
me viene a la cabeza cuando escucho a alguien hablar de lucha libre mexicana.
Este
fin de semana pude comprobarlo dentro de los actos de la Fiesta Barcelona Vive México organizada por MexCat que conmemora los 205 años de la
independencia de México en la capital catalana. La cita se dio en un ring
montado en la plaza mayor de El PobleEspanyol.
Los
contrincantes: técnicos contra rudos y franceses contra mexicanos.
Las
armas: sus manos, brazos, piernas y pies.
Y
sobre todo sus llaves, puesto que lo que distingue la lucha libre mexicana de
su homóloga americana es el mayor uso de llaves técnicas y acrobacias aéreas
para poder reducir al contrincante.
Un
árbitro internacional, Ricardo Corazón
de León, se encarga de juzgar las infracciones y contar los segundos en los
que un luchador intenta reducir al otro en el suelo. Si llega a tres, el
combate termina con el inmovilizado como perdedor.
Mientras tanto, un diálogo entre dos presentadores (uno de ellos el gran Luis Morales de UMB RADIO) amenizan los combates con comentarios para ilustrar a los profanos y hacer reír al público congregado.
Mientras tanto, un diálogo entre dos presentadores (uno de ellos el gran Luis Morales de UMB RADIO) amenizan los combates con comentarios para ilustrar a los profanos y hacer reír al público congregado.
El
gran combate final es en parejas: los franceses, con Luis Napoleón y La Fayette
contra los mexicanos, Jalapeño López
y Zebra Zulú. La entrada triunfal de
los dos franceses es con el himno nacional francés, acompañado por los abucheos
del público, mayoritariamente de origen mexicano. Llevan la cara descubierta,
lo que ayuda a interpretar mejor sus facciones resignadas e incluso
contrariadas por el recibimiento. A la entrada de los mexicanos el público
aplaude. Son los favoritos.
El
combate dura unos veinte minutos. Los golpes, llaves, saltos, impactos en la
lona, patadas, golpes de antebrazo, intentos para sacar la máscara del rival,
levantamientos, giros, sacudidas, volteretas, rebotes, acrobacias e incluso
insultos se suceden a una velocidad vertiginosa en la que uno y otro luchador
intentan reducirse uno al otro. Cuando uno de ellos se cansa, pica la mano de
su compañero situado detrás de las cuerdas para que le reemplace. Y así el
combate toma cuerpo y ritmo. El público familiar disfruta cada una de las
acciones, puesto que se escuchan los golpes y se ven los impactos, pero en todo
momento se percibe que son movimientos sincronizados, entrenados e incluso
ensayados, por lo que, a diferencia del boxeo, el dolor entre la lucha es
mínimo e incluso accidental cuando se le va a uno ligeramente la mano o los pies.
Acaban
ganando los mexicanos, (¡cómo no!), y los franceses se retiran después de una
derrota digna. Quizá el luchador que más ha destacado sea Jalapeño López, y
quizá sea por ello por lo que, tras el combate, el público se quiere hacer
fotos y selfies con él.
A
lo mejor les viene a la memoria el personaje de El Santo, el más conocido de todos los luchadores de México, que a lo
largo de su vida llegó a rodar hasta 52 películas en las que encarnaba a un
superhéroe que luchaba no contra rivales en el ring, sino con gentuza del
hampa, científicos locos o criaturas monstruosas… Si algo demuestra la lucha
libre mexicana es que sus personajes trascienden más allá del ring y se
convierten en inspiradores para la lucha contra la opresión, la maldad y la
injusticia.
Si
te interesa la lucha libre mexicana, no te pierdas este vídeo de mi amigo, Rubén y el mundo.
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